No era el partido. Frío, gradas vacías. No había estímulos inmediatos ni princesa que salvar. Y cuesta fijar la atención en tres puntos normales cuando no hay visión de largo recorrido. Por eso la prima se entendió tan improbable como el sorteo de un viaje al Caribe. El Madrid vive al día, no va más allá de la próxima cita. No tiene más plan que sobrevivir y reagruparse.
Las lesiones no se pueden excluir del análisis. Han convertido el equilibrio inestable en desequilibrio total, el dibujo en garabato. Y han terminado por minar la confianza. El equipo que ganó los dos últimos campeonatos empujado por la fe ha dejado de creer en su suerte. No le faltan motivos: ayer cayeron Torres y Sneijder. Pepe finalizó con una contractura. El efecto de tanto herido es que nadie se siente a salvo. Ni feliz. A Casillas le ha abandonado el ángel y a Ramos el duende. Van der Vaart es un intruso. La eterna aflicción de Schuster tampoco mejora el panorama.
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